martes, 13 de octubre de 2015

BALTHUS. MEMORIAS



He de confesar que conocía poco de Balthus: tan solo algunos de sus cuadros de niñas preadolescentes, y que su esposa era japonesa. Esto último lo sabía porque una vez vi una fotografía en blanco y negro del pintor, ya casi anciano, acompañado de una guapa oriental en kimono, una imagen que se me quedó grabada por lo que tenía de exótica y encantadora. Balthus y su esposa, la condesa Setsuko, decía el pie de foto, aunque el nombre real de él era Baltusz.

"Era el nombre de uno de mis primos polacos, un Rzweski, que tenía la costumbre de pasearse en camello... Alguien más bien excéntrico... Cuando nací, mis padres esperaban una niña. No habían pensado en un nombre de chico. Así que me pusieron el nombre en memoria de mi primo. Mucho más tarde, cuando comenzaba a firmar mis cuadros con ese nombre, supe que existía un pintor belga homónimo. Por ello cambié la ortografía de Baltusz por Balthus."


Balthus y su esposa, la condesa Setsuko

 Ahora, después de leer Balthus. Memorias puedo decir que conozco al pintor, o al menos que me he empapado de su vida y su esencia. El libro, escrito de una forma sencilla, cercana y amena, te atrapa desde el principio, desde ese "Hay que aprender a atisbar la luz".
 Por eso de que no se trata de una biografía sino de unas memorias, el texto se configura con reflexiones, recuerdos, críticas, encuentros, anécdotas y emociones. Durante dos años Balthus dictó estas memorias a Alain Vircondelet "que, minuciosamente y con pasión, anotó durante sus numerosas visitas a la casa de Rossinière las palabras y observaciones del pintor, respetando con rigor este texto que pertenece, ya para la eternidad, a uno de los grandes maestros de la pintura del siglo XX."


AVISO AL LECTOR

"Estas Memorias son el fruto de un trabajo de dos años, durante los cuales Balthus se sinceró como pocas veces lo había hecho a lo largo de su vida. Unas conversaciones que le encantaban y le llenaban de gozo. Quería que se entendieran como lecciones de vida, las últimas enseñanzas de un pintor para quien, como diría Péguy, "solo la tradición era revolucionaria" y decididamente moderna."
Alain Vircondelet


 Terminar la lectura de sus memorias es terminar con la cabeza llena de lo que fue su vida de casi 100 años: nos hace saber de su infancia; de su ambiente familiar; de sus amistades (entre las que se cuentan Giacometti, Picasso, Camus, Malraux, Fellini, Philippe Noiret, Tony Curtis, Richard Gere, Bono y Sharon Stone); de su visión de la pintura y los grandes maestros; de su obsesión por su trabajo y la búsqueda de la belleza.


Balthus en su estudio en 1956.  Fotografía: Time Life Pictures


"El estudio es el lugar del trabajo. De la dura faena. El lugar del oficio. Es fundamental. Es allí donde me recojo, como en un lugar de iluminación. Me acuerdo del de Giacometti. Mágico, lleno de cosas, materiales, papeles y una sensación general de estar cerca de los secretos. Siento mucha admiración y respeto, mucho cariño también por Giacometti. Era un hermano, un amigo. Por eso tengo esta fotografía suya, no sé quién la hizo ni de dónde ha salido, pero así trabajo a la sombra de Alberto, bajo su mirada benévola, estimulante. Habría que decirles a los pintores actuales que todo se decide en el estudio. En la lentitud de su tiempo."


Alberto Giacometti.  Fotografía: Sabine Weiss

 Balthus vivió la pintura desde niño. Su padre era historiador de arte y su madre dio clases con Bonnard. Él, sin embargo, fue autodidacta, estudiando directamente a los maestros: Piero della Francesca, Masaccio, Poussin, Courbet, Delacroix, Cézanne...


 "Yo tenía confianza en mis queridos italianos, en la unidad rigurosa y espléndida de Poussin, en la escrupulosidad de Courbet. No se trataba de copiarlos sino, partiendo de ellos, llegar primero hasta ellos y luego seguir por el camino que habían abierto, avanzar."


 "Está muy extendida la creencia de que el artista debe partir de cero, el propio Ingres les decía a sus alumnos que saber demasiado estropeaba el dibujo. Yo diría más bien que hay que ser como los poetas del Renacimiento, que se consideraban herederos de una sabiduría antigua, de una tradición que se tornaba filiación, e inventaban nuevas formas partiendo de ellas. Esa intuición bien entendida ha dado grandes cosas. ¿Qué habría sido de mí sin mis peregrinaciones, cuando salía de mi cuartito de un ático que daba a la plaza Santa Croce de Florencia y, después de mi trabajo subalterno (un expediente más), iba a los Carmine para entrar en la capilla de Masaccio? ¿Qué habría sido de mí sin mis escapadas a Castiglione d'Olona para admirar a Masolino, a Arezzo para copiar a Piero della Francesca en San Francesco, a Borgo San Sepolcro para tratar de entender la sabia geometría de la Resurrección de mi querido Piero, o a Siena para pasar tardes enteras mirando a Simone Martini? ¿Y sin los largos ratos que pasé junto a Poussin, Corot, Courbet, Cézanne, con quienes hallaba el mismo ascetismo, el mismo dibujo vibrante que con mis queridos toscanos?"


 "La verdadera modernidad consiste en volver a inventar el pasado, en descubrir la originalidad a partir de ellos, de sus experiencias, de sus hallazgos. Nunca me he sentido tan libre como cuando era joven y copiaba a Poussin o a Piero della Francesca en el Louvre o en Arezzo. ¡Y cuánta modernidad encontraba en ellos!"

 Es éste un libro que nos da muchas muchísimas pistas para llegar a entender el arte y la belleza, la Verdad de la que hablan, nos hablan (Antonio López nos lo repite constantemente), los grandes maestros; un libro que para mí ya es un referente. 


 "Cada mañana miro el estado de la luz. Solo pinto con luz natural, nunca con luz eléctrica, solo con la que cambia con los movimientos del cielo, ondula, da visos y organiza el cuadro."

 Es curioso, acabo de nombrar a Antonio López y me he dado cuenta de las muchas cosas que comparte con Balthus, entre ellas la idea de que un cuadro no se termina nunca, de que más bien se abandona: porque no hay más remedio que entregarlo, porque encontramos dificultades que no somos capaces de resolver, o porque simplemente nos cansamos de él y queremos empezar otro diferente. Entonces "el cuadro queda detenido, pero nunca terminado".


"Tengo fama de pintar un cuadro en diez años. Yo sé cuando está terminado. Es decir, cuando está cumplido." 

Balthus

"Entonces ya me enfrascaba en el trabajo, que sigue siendo una de mis ocupaciones más asiduas, perfeccionista y remiso a poner el punto final al cuadro, tanto que Setsuko teme que cualquier día saque uno de mis cuadros antiguos y me dé por rectificar una línea, retocar un color, o peor aún, borrarlo todo..."
Balthus

 "A veces, antes de empezar a pintar, me quedo un buen rato meditando delante del lienzo, acostumbrándome a él. Establezco con él una familiaridad prolongada, a veces los cambios son imperceptibles, otras veces la condesa teme que lo borre todo, que empiece de nuevo el cuadro. Es un trabajo imprevisible que acaba siendo una connivencia secreta, un encuentro misterioso. El cuadro me enseña a rechazar la rueda frenética del tiempo. Él no corre en pos de ella. Lo que trato de alcanzar es su secreto. La inmovilidad."
Balthus 

 También la convicción de que el artista no es más que el eslabón de una cadena que empezó hace muchísimo tiempo, de ahí su insistencia en la importancia de conocer la historia del arte, de saber de la antigüedad, de conocer a los Maestros (Antonio siempre habla de Velázquez, de Fidias, de Pompeya...), porque a partir de ahí surgirán las nuevas creaciones.

"Empezar de cero, partir de la nada no tiene ningún sentido si el pintor no se ha alimentado antes con toda la historia del arte, si no la ha asimilado, y a partir de ahí se limita a transfigurarla con lo que él es, lo que él ve y siente."
Balthus

 En definitiva, un libro sin desperdicio, del que no puedo resistirme a extraer un último consejo, más en estos tiempos que corren en el que sólo se busca lo espontáneo, lo efímero, lo rápido.


"[...] debemos conseguir cada vez más soledad y silencio, mezclarnos con los maestros de antaño para volver a inventar el mundo y no dejarse enredar por las falsas sirenas, el dinero, las galerías, la vida mundana, etcétera."


La falda blanca, óleo sobre lienzo (130 x 162 cm). Balthus, 1937
Fotografía: T. Amman Fine Art AG, Zurich

 Si queréis más, podéis conseguir el libro en la librería Proteo y Prometeo, pinchando sobre el siguiente enlace:

https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/id/1372822/titulo/memorias.html



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