lunes, 29 de abril de 2013

LA MULA





Gracias a los amigos Pablo Cantos y César Martínez, conseguimos in extremis un par de entradas para asistir, el pasado viernes, al estreno de La mula en el Festival de Cine de Málaga. Y para entregárnoslas contamos con un mensajero de lujo: Pablo Aranda, que como si fuese un confidente sacado de su última novela nos aguardaba en la esquina del Teatro Cervantes con Ángela. Luego,  tras asistir a la histeria del respetable público allí apiñado ante la entrada de los artistas (decibelios a tope con Mario Casas), nos dejamos arrastrar por la marabunta hasta la escalinata del teatro. 




 Antes del pase de la película, que competía en la Sección Oficial de Largometrajes a concurso, asistimos a la entrega del Premio Retrospectiva a Álex de la Iglesia, quién nos puso los dientes largos, larguísimos, con el trailer de Las brujas de Zugarramurdi. Pero bueno, que de lo que voy a hablaros aquí es de La mula, la película basada en la novela del autor jienense Juan Eslava Galán (¡Viva Jaén!), autor también de En busca del Unicornio (de la que Pablo Aranda y Pedro me hablaron maravillas), que nos cuenta los últimos meses de la Guerra Civil a través de la mirada de un humilde mulero (alter ego del padre de Eslava Galán (¡Viva Jaén otra vez!)), tan bien interpretado por Mario Casas que se alzó al día siguiente con el Premio al mejor Actor Protagonista. En la película también destacan María Valverde y Secun de la Rosa, con ese acentillo que tanta gracia me hace. 
 La cinta, una comedia un poco a lo Berlanga (como no acordarse de La vaquilla) recoge el encuentro de un joven cabo con una mula blanca, acémila que pretende conservar hasta el fin de la guerra, mientras intenta conquistar a la chica más guapa de toda Sierra Morena.






 La película, que se rodó hace la friolera de cuatro años, se ha presentado en Málaga bajo una dirección anónima tras renunciar su realizador original, Michael Radford, a firmar la cinta después de una serie de desacuerdos con la productora. De hecho, el británico abandonó el rodaje a cuatro días del final, y un realizador anónimo (oculto bajo un pasamontañas) terminó de dirigir al equipo. Toda esta  larga polémica, salpicada de querellas y demandas, fue resuelta a través de los juzgados que le han dado la razón a la productora y nos han permitido poder verla en esta 16ª edición del Festival de Cine de Málaga.

 Y para rematar la noche, tuvimos también la suerte de ser invitados a la celebración del estreno en Limonar 40, donde compartimos la velada con Pablo Aranda (tienes razón: tenemos que vernos más) y Ángela. Qué digo compartimos, si hasta ¡¡¡cerramos la fiesta!!! antes de coger el último taxi.


Sergio, Mario Zorrilla (o como él dice, el otro Mario), César, Charo, Pedro, Lucía, Ángela, Pablo y Andreas


martes, 23 de abril de 2013

LOS OJOS DEL CORDERO


Homenaje a Paul Bowles. Obra de Lucía Rodríguez Vicario, óleo sobre lienzo 60x41 cm. 2005



El otro día os hablaba de portadas y olvidé citar la mía, pues Homenaje a Paul Bowles fue la obra escogida por la editorial Alfama, en 2008, para ilustrar Los ojos del cordero, una novela corta de Pedro que aún se puede conseguir en las librerías (cinco años después, sigue entre los libros más vendidos en la Librería del Mundo Árabe (sección narrativa Magreb)). Lo malo del tema es que la editorial Alfama quebró, con lo que Pedro no ha cobrado nada por los derechos del libro.
 Dado que el protagonista de la novela es un pintor y que estamos en el Día del Libro (debería de ser siempre), he pensado que no estaría mal promocionar aquí su trabajo. Así que aquí os dejo la portada y el texto de la contraportada y de la solapa.






 Esta narración tiene todos los componentes de los grandes libros: nos habla del destino de un país y de una región a través de una historia conmovedora. Mientras el pintor francés Bernard Dassin cobija en su casa a una frustrada terrorista suicida, hermana del joven que le sirve como modelo, será cuando se aperciba de que Marrakech ya no se parece a la ciudad que lo acogió hace tantos años. El radicalismo se ha apoderado de los espacios míticos de otro tiempo, ya no hay lugar para las vidas románticas bañadas en alcohol ni para las interminables noches de cielo estrellado. A lo largo de varios días de sudor y angustia, de baños árabes y paseos por la medina, Judith, una amiga de Dassin; Alain, un joven becario que investiga para escribir una tesis sobre el pintor; y Michel Estardy, el marchante alarmado por la baja producción de su representado, tratarán de desentrañar una realidad cada vez más hostil. La historia nos habla pues, de un futuro lleno de incertidumbres.
 En esta novela aparecen los temas recurrentes del autor: la amistad, el amor, la fatalidad del destino con el que a veces parece aliarse el azar, así como lo iniciático del viaje y la presencia de la Montaña. Es la fragilidad del ser humano en un territorio que no es el suyo.



Pedro Delgado Fernández. Fotografía de Sergio Camacho Torres



 Tras el éxito de Al sur del Sahara (Ed. Caligrama, 2000), cuaderno de viaje recomendado por la prestigiosa Lonely Planet, el malagueño Pedro Delgado Fernández (1966) colgó las zapatillas de atletismo para dedicarse a viajar y a escribir. Frutos de ese deambular por el mundo fueron Carta desde el Toubkal (Finalista del Premio Desnivel 2005) y Neguinha la garimpeira (Barrabes Editorial, 2007).
 Ambientada en el vecino Marruecos, nos llega ahora su nueva novela: Los ojos del cordero (Alfama, 2008).


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 "Primero sintió cómo le temblaban las piernas, después un estallido inmenso y atronador al que siguieron los gritos y los llantos, y una espesa columna de humo que se elevó sobre el lugar. A Fátima, la onda expansiva la tiró a un suelo lleno de esquirlas, de cristales rotos y de bolsas de McDonald's. Aturdida, se llevó las manos a la cintura para comprobar con sorpresa lo que ya sabía: que la bomba no había detonado y que su cuerpo no había estallado por los aires".


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 "El riad del señor Dassin estaba en la misma medina, cerca del museo de arte marroquí Dar Si Said. Como el museo, la casa también estaba repleta de objetos antiguos y de anaqueles llenos de libros. El estudio de pintura, donde el francés pasaba la mayor parte del día, estaba en la parte de atrás; en él se amontonaban los lienzos, y los botes y las cajas con brochas, pinceles y pinturas. Mohamed a veces posaba para él, aunque el artista le decía que no era un buen modelo, que se movía demasiado. Después de pintar, al señor Dassin le gustaba quemar incienso en las estancias para enmascarar el olor a trementina y a óleo que lo impregnaba todo. Bernard Dassin, que debía tener unos setenta años, era un parisino de gestos amables, pausados y elegantes, un enamorado de Marruecos. Tiempo atrás había decidido echar raíces en el corazón de Marrakech y su riad era un auténtico consulado francés en el que por las tardes y en fechas señaladas aparecían sus amigos franceses: se oía la chanson, se tomaba pastis y se hablaba de lo poco que le quedaba a Sarkozy para retirarse. Además de los habituales, por aquellas tertulias pasaban también otros extranjeros: escritores, pintores, fotógrafos, periodistas o estudiosos de la obra de Bernard Dassin".


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 "-Vivimos tiempos de penumbra y caos -declaró Didier-, pero no sólo en la religión y en la política, también en el arte. Pero bueno... Bebamos, fumemos y follemos con fruición -añadió levantando la copa con una sonrisa forzada.
 Los cuatro brindaron.
 -Ya que la vida es corta, apurémosla -dijo Michel antes de vaciar su copa-. Luego pusieron música árabe, y Alain y Didier bailaron contoneando sus cuerpos como si fuesen bailarinas. En el fondo, todos eran unos hedonistas para los que la única redención posible estaba en el arte".

viernes, 19 de abril de 2013

EL PRINCIPITO







El 6 de abril de este mes se cumplió el 70 aniversario de El principito, la obra más conocida del escritor y aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, y como vi esta ilustración de Sergio Camacho Torres en su facebook, no me he podido resistir a traérosla aquí. Por cierto, editoriales del mundo, please, abran los ojos ante este ilustrador. Su versión del clásico es genial.

 En casa los hay un poco mitómanos, así que tenemos varias obras del autor: Correo del sur, Tierra de Hombres, Vuelo nocturno y, como no, ese relato corto e ilustrado que es Le Petit Prince, así como Memorias de la rosa, los escritos de su mujer, Consuelo, sobre la relación de ambos (en el texto de la contraportada se lee que Consuelo es la "rosa" de El principito, la mujer que inspiró este símbolo y el remordimiento del autor por haber tratado tan injustamente a esa flor orgullosa y con espinas).










 





 También tenemos el álbum que le dedicó Hugo Pratt, un billete de 50 francos  y sellos en los que aparece el piloto-escritor, y un montón de recortes de prensa que dan cuenta de la polémica con el piloto alemán Horst Rippert que confesaba 64 años después haber abatido al escritor durante la II Guerra Mundial o de la apertura de un humilde museo en la ciudad marroquí de Tarfaya, donde aterrizó por primera vez Saint-Exupéry en 1927  y en la que escribió su primera novela, Correo del sur.






                                                                      




 Mi hijo mayor leyó el libro en el 2009, en el camino hacia Finlandia, y en ese mismo viaje lo releyó su padre, así que, para conmemorar el aniversario, prometo hacer lo propio estos días. De paso os animo también a vosotros, si es que aún no lo habéis hecho. Pedro dice que es un libro que hay que leer al menos una vez en la vida, que sus páginas encierran un montón de perlas; pero una de las cosas que más le gusta es la dedicatoria, cuando dice eso de "quiero dedicar este libro al niño que esta persona grande fue en otro tiempo. Todas las personas grandes han sido niños antes. Pero pocas lo recuerdan".

  Para los que tengáis mascota, os dejo esta otra versión, en la que el zorro ha sido sustituido por Corso, el golden retriever de Sergio.












- Humm..., ¿a ver...? ¡Ah..., sí señor!, linda versión.

jueves, 18 de abril de 2013

UNA TOURNÉE COMPLETITA


Ayer por la tarde, acompañada de José Ruiz Blanco y Mar Jiménez, me di un garbeo por Málaga para ver algunas exposiciones:

 La primera en el mismo lugar donde aparcamos el coche, pues en el parking de la calle salitre hace poco que inauguraron una sala expositiva. Allí cuelgan temporalmente, bajo el título Underground 1.0, los trabajos de 14 artistas. Todos muy modernos, algunos quizás demasiado modernos para mis gustos. Aún así, algunas obras me llegaron, como los cuadros figurativos de José María Hevilla, pintados con acrílico y aerosol sobre madera, o ese excelente ejemplo de lo que es el arte conceptual, en el que lo importante es la idea, Grito I & Grito II, de Eva Grau.


Running to Nowhere IV, obra de José María Hevilla


Grito I, fotografía de Eva Grau


 La segunda parada fue en el CAC Málaga, para ver At home I'm a tourist, la colección de juguetes y ediciones de arte de Selim Varol. Me gustó porque me gusta lo kitsch y porque lo que veía se parecía al sótano de mi casa, donde está mi estudio y el cuarto de juegos de los niños y en el que acumulan sus juguetes y despliegan sus muñecos por distintos escenarios. Espero que pasen de generación en generación y no los malvendan en plena adolescencia por ebay. Le daría un dolor de estómago a su padre. Aunque yo creo que la afición por coleccionar no se la quita ya nadie. Quién sabe si no terminarán siendo unos Selim Varol malagueños. Desde pequeños han asistido a los cursos del CAC, así que supongo que eso ayudará en algo.







 Bueno, que me enrollo. La tercera y última parada, después de tomarnos una cervecita en la cafetería del CAC, fue en el Ateneo de Málaga, donde colgaban las fotografías de Josep María Ribas i Prous. Desnudos en blanco y negro realizados con gran sensibilidad entre 1968 y 2004.











 Lo dicho, una gira muy completita.

martes, 16 de abril de 2013

PORTADAS



               




La mesita de noche de Pedro (yo soy más ordenada y no acumulo en ella las lecturas), está ocupada por una torre de libros, novelas sobre todo que desaparecen conforme las va leyendo. Es por eso que la portada del libro que lee en esos momentos y que ocupa lo alto de la pila, me acompaña durante días o semanas. A veces esa portada es bonita, otras fea o anodina. La última, hasta el jueves de la semana pasada, cuando fue al CAC Málaga a la presentación de la nueva novela del amigo Pablo Aranda, era Indian Country, un libro de relatos de Dorothy M. Johnson (entre ellos Un hombre llamado caballo y El hombre que mató a Liberty Valance, llevados con gran éxito al cine) con un detalle de un precioso óleo de Frederic Remington (1861-1909).



Pony tracks in the buffalo trails, óleo de Frederic Remington


 Pedro es un enamorado del western, así que yo ya conocía la obra de Remington antes de dedicarme a la pintura. Además, conserva como oro en paño un volúmen de Contemporary Western Artists que recoge el trabajo  de centenares de artistas que decidieron plasmar su visión del Far West. Una auténtica joya.



Peggy and Harold Samuels, Bonanza Books, New York




     
         Tewa Spirit, William Acheff
       


Sitting Bull, Michael Gnatek




Dust of many pony soldiers, Howard Terpning



 Pues bien, ahora que Pedro ha terminado su lectura y se ha saltado el orden para colocar en primer lugar la nueva novela de Pablo Aranda (Los soldados), echo de menos la portada de Indian Country; aunque he de reconocer que, desde hace unos días, no deja de inquietarme la imagen de ese hombre que camina bajo la lluvia. La ilustración es de Pere Ginard, pero lo más inquietante, dice Pedro, está en el interior, porque a Pablo esta vez le ha salido una novela negra. En fin, un brindis por ese regreso de Pablo a las librerías. 

Y una recomendación, señores editores: no descuiden las portadas. Frente al libro electrónico, las portadas son  hoy más importantes que nunca. Para mí es una cuestión estética. Para mis hijos algo lúdico, como cuando colocaban sus libros de Disney boca arriba sobre las sábanas de la cama para jugar con ellos.



viernes, 12 de abril de 2013

DEJE ENTRAR UN ARTISTA EN SU CASA



The touch of Adam. Fotografía de Tomas Griskevicius


Desde 2009, cuando mi hijo mayor y su padre atravesaron Europa en tren hasta Finlandia, somos miembros de Couchsurfing, una red social que conecta a cualquier viajero con los habitantes de más de 230 países, una red hospitalaria con la que uno puede aprender más de los países y de las personas que los habitan.
 En Semana Santa pasó el último couchsurfer por casa: Tomas Cernisevas Griskevicius, un  fotógrafo lituano que terminaba en Málaga su ruta en bicicleta por Andalucía y que durmió dos noches en el sofá del salón. Con sus  ojos claros y su larga barba, Tomas parecía uno de esos escritores rusos del diecinueve o el cartero de Árles, Joseph Roulin, que retrató Van Gogh en varias ocasiones.



Retrato del cartero Joseph Roulin, obra de Van Gogh 


 Tomas fue un reputado reportero gráfico en Lituania (en 2006 cubrió la visita de estado del presidente de su país a España), pero actualmente, además de huir del frío de Vilnius en invierno, se dedica a trabajar por encargo para revistas y empresas y a vender sus fotografías de viajes en galerías, ferias y mercados de arte. También en sus webs: www.simios.eu y www.absurdas.lt



Fotografía de Tomas Cernisevas Griskevicius


 Aquí os dejo una pequeña muestra de sus últimas obras, fotografías tomadas en Marruecos y Andalucía.



Málaga. Fotografía de Tomas Cernisevas Griskevicius


A spirit of Almodovar. Fotografía de Tomas Griskevicius


Acebuches. Fotografía de Tomas Cernisevas Griskevicius


Valle de Lecrín. Fotografía de Tomas Cernisevas Griskevicius


Colours. Fotografía de Tomas Griskevicius


Cats. Fotografía de Tomas Cernisevas Griskevicius


Shapes X. Fotografía de Tomas Cernisevas Griskevicius


Shapes of Jardin Majorelle I. Fotografía de Tomas Griskevicius


In the Direction of Sun. Fotografía de Tomas Griskevicius


 Como veis, Tomas es un gran fotógrafo. Lo que no sabéis es que es aún mejor persona.
 Tomas, gracias por enviarnos ese set de postales  con tu obra y las fotografías en papel que tomamos en casa. A mi hijo pequeño le encantaron las fotos en las que está ayudándote a desmontar la bicicleta. ¡Un gran abrazo de parte de toda la familia!


viernes, 5 de abril de 2013

EL REGRESO DE LA NIÑA DE ROJO


Le robo el título de esta entrada a Manuel Rodríguez Rivero, quien en su sección literaria Sillón de orejas (El País, Babelia) nos habla de la última reinterpretación del cuento Caperucita Roja: La niña de rojo, un álbum de Kalandraka dibujado por Roberto Innocenti y escrito por Aaron Fisch. 




 Pero no sólo lo hago por eso, sino también para mostraros cómo plasma al personaje José Luis Muñoz Luque (sí, el mismo que aparecía en la entrada El pintor y la modelo), en un cuadro que me hechiza.


Caperucita Roja, obra de José Luis Muñoz Luque. Grafito, acrílico y óleo sobre madera, 130x73 cm.


 Manuel Rodríguez Rivero nos comenta en su artículo que la primera vez que leyó un psicoanálisis de Caperucita Roja fue en El lenguaje olvidado (Paídos), de Erich Fromm, donde la "caperucita roja" era el símbolo de la menstruación de la niña protagonista del cuento, que ya se está convirtiendo en mujer y debe afrontar el problema del sexo.
 Psicoanálisis al margen, si alguien más se anima a plasmar con buen oficio al personaje de Charles Perrault, os animo a que me lo hagáis saber. Para entonces el título no podrá ser otro más que DE VUELTAS CON CAPERUCITA.

lunes, 1 de abril de 2013

UN BESO SIN SENTIDO





Me envía el amigo Alfonso Alonso un enlace recomendándome La delicadeza, la película de los hermanos David y Stéphane Foenkinos (adaptación de la novela del primero) que protagonizó Audrey Tautou, a la que todos recordamos por su papel en Amelie.

 Gracias a la Fnac tuve la suerte de asistir a su preestreno en Málaga, y ahora, a través del enlace de rtve.es, rememoro la película: "Chica guapa conoce a chico guapo. Un amor perfecto hasta que el chico guapo muere en un accidente. La chica guapa está triste. Un día, sin motivo, casi de manera inconsciente besa a su compañero de trabajo: un tipo gris, invisible, callado y poco agraciado".
 Pero lo que me ha hecho escribir esta entrada es lo que dice David Foenkinos acerca de ese beso:

 "Es un beso que comparo con el arte moderno porque cuando estás frente al arte moderno no entiendes nada, no hay lectura, no hay explicación".

 La comparación es un tanto radical pero no me negarán que, en algunos casos, no le falta razón.