viernes, 29 de abril de 2016

RETRATOS DE GIACOMETTI


Libros sobre Alberto Giacometti (Fotografía: Lucía Rodríguez Vicario)

No voy a hablaros de la obra de Alberto Giacometti, de sus pinturas o esculturas, sino de tres libros donde son los modelos los que retratan literariamente al artista:

-el americano James Lord, escritor y coleccionista de arte, posó para Giacometti durante 18 sesiones, desde el 12 de septiembre al 1 de octubre de 1964;

-el japonés Isaku Yanaihara, profesor de filosofía, se dedicó a la misma tarea o "aventura" -como entre ellos llamaban a todo ese proceso- en los veranos de 1956 a 1961 (salvo 1958);

-y Caroline, la joven prostituta que conoció a Giacometti en el barrio de Montparnasse en 1958, ocupó desde entonces el taburete de posado y el corazón del artista hasta su muerte.

 A pesar de que los tres provenían de culturas distintas -la americana, la japonesa y la europea-, y de que tenían diferentes edades, los tres congeniaron plenamente con Giacometti, originándose ese vínculo tan especial y necesario entre artista y modelo. Fruto de esa experiencia y de anotaciones, cartas y conversaciones, donde se recogen las vivencias compartidas y las reflexiones, frustraciones y exigencias del artista frente a su obra, son estos tres títulos: Retrato de Giacometti de James Lord (Ed. Antonio Machado),  Giacometti y Yanaihara. "Trabajo como una mosca" de Sachiko Natsume-Dubé (Ed. Elba) y La última modelo de Frank Maubert (Ed. Acantilado).

 Supe de Retrato de Giacometti por mi amigo Alfonso, quien este verano, mientras yo andaba metida en  la lectura de Memorias de Balthus y le contaba sobre éste, me dijo: "Pues el próximo debe ser Retrato de Giacometti, que Antonio López lo recomienda en una de sus entrevistas";  y fue en ese mismo correo que me escribía donde me anotó el enlace con la información sobre el libro y el acceso a la entrevista en la Fundación March, en la que a partir del minuto 11 Antonio López aconseja su lectura para llegar a comprender la lucha de un artista exigente, meticuloso, sufridor y crítico con su trabajo.

https://www.youtube.com/watch?v=og7mkskFS9Q


Alberto Giacometti


[...] Trabajaba la cabeza, haciéndola y rehaciéndola una y otra vez, daba unas cuentas pinceladas y me miraba, daba otras pinceladas más y volvía a mirarme, de vez en cuando tiraba al suelo un cigarro y murmuraba, quejándose con disgusto y desesperación. [...] La situación parecía convertirse en algo profundamente irreal por momentos. El retrato ya no significaba nada como tal. Como cuadro tampoco decía mucho. Lo que sí tenía sentido y existía con vida propia era la lucha infatigable e interminable que Alberto había emprendido para expresar en términos visuales, y a través del acto de pintar, una percepción de la realidad que, por casualidad había coincidido con mi cabeza. Evidentemente, era imposible conseguir esto, pues lo que es abstracto por naturaleza nunca podrá concretarse sin alterar su esencia. Pero él se había comprometido y, de hecho, estaba condenado a lograr algo que, en ciertos momentos, parecía el castigo de Sísifo. 
Retrato de Giacometti de James Lord, Ed. Antonio Machado Libros


 Y será porque cuando estamos metidos en un tema nos topamos con más de lo mismo, en el transcurso de estos meses han llegado a mis manos los otros dos volúmenes. Cada uno redactado en un estilo diferente, pero con la misma esencia. Retrato de Giacometti es casi un diario de dieciocho días, dieciocho sesiones y dieciocho modificaciones en el retrato que se muestra al inicio de cada capítulo. Giacometti y Yanaihara. "Trabajo como una mosca" está compuesto por dos ensayos sobre la dificultad constante de Giacometti para plasmar la realidad que él veía. Y La última modelo es una narración basada en una entrevista a Yvonne-Marguerite Poiraudeau, la amada Caroline de Giacometti que se convirtió en su musa, su motivación y su última modelo.


[...] Parecía evitar desesperadamente el momento de empezar a trabajar en algo nuevo. Era consciente de la dificultad que suponía hacer visible a los demás su propia visión de la realidad, y por ello se acobardaba ante la necesidad de intentarlo de nuevo. De hecho, habría dilatado lo más posible el acto decisivo de comenzar. 
 Sin embargo, finalmente puso el caballete en su sitio y frente a él colocó un pequeño taburete, ajustando cuidadosamente las patas delanteras a unas marcas rojas pintadas en el suelo de hormigón del estudio. Había unas marcas similares para las patas delanteras de la silla del modelo y pidió que me pusiera en mi sitio con igual precisión. Entonces llegó el momento de elegir el lienzo. Tenía a mano cuatro o cinco lienzos preparados que examinó con atención. Después fue a inspeccionar cada uno de los cuadros del estudio, unos doce o quince, mascullaba irritado, se quejaba de que ocupaban mucho sitio y terminó tirándolos al suelo. Finalmente, eligió un lienzo y lo colocó sobre el caballete. Al lado de su taburete colocó otro que sostenía un montón de pinceles viejos y un pequeño plato. De una botella de cuarto litro vertió gran cantidad de trementina en el pequeño plato, tanta que rebozó y parte se derramó al suelo. Alberto cogió su paleta, un montón de pinceles y se sentó.
 Estaba colocado de tal forma que su cabeza se situaba a un metro veinticinco centímetros de mí y en un ángulo de 45 grados respecto al lienzo frente a él. 


Giacometti con su mujer Annette


[...] Entonces comenzó a pintar, sostenía el pincel largo y fino por la punta, casi a la distancia del brazo, primero lo sumergía en el plato con trementina, tocaba uno de los pegotes de pintura de su paleta y después lo movía sobre el lienzo. Al principio, sólo pintó con negro. Me miraba constantemente mientras trabajaba, a mí y al espacio circundante. Era evidente que lo que pintaba incluía todo su campo de visión. Nunca daba más de cuatro o cinco pinceladas sin mirarme y se alejaba del lienzo una y otra vez, contemplándolo y estudiándolo a través de sus gafas, con los ojos entornados. Mientras trabajaba solía encender un cigarro que sostenía en su mano izquierda, donde también tenía la paleta y los pinceles, solo daba alguna calada ocasional y terminaba tirando la colilla al suelo. Al pintar, solía hablar y su humor sombrío parecía disiparse por un momento.


Alberto Giacometti (Fotografía: Ernst Scheidegger)


[...] En un esfuerzo por determinar qué estaba haciendo y cómo iba tomando forma el cuadro, observé cuidadosamente qué pinceles iba utilizando, cómo los movía sobre el lienzo y qué colores empleaba: negro, blanco y, a veces un toque de ocre.
   Retrato de Giacometti de James Lord, Ed. Antonio Machado Libros


Ella se limita a hacer lo que le dice Alberto, mantener la postura, tratar de dar con la pose de la sesión anterior; se entretiene adivinando qué está naciendo de sus pinceles por los colores que utiliza, aunque la paleta se limite a la gama de grises.
[...] Ella escucha con estoicismo sus lamentaciones, sus quejas, sus largos monólogos entreverados de "mierda, mierda". Se lamenta de no dibujar suficientemente: "El dibujo, el dibujo es el fundamento de todo". Un realce demasiado denso, un modelado demasiado sombreado y la barbilla de Caroline se evapora: "esto no va". Con un gesto brusco quita el lienzo del caballete. Ella le oye mascullar y comprende que no ha acabado el retrato. No, claro que no, un fulgor de rabia le atraviesa la mirada. "Tengo que conseguir esta cabeza".
 La última modelo de Franck Maubert. Ed. Acantilado


Caroline, obra de Giacometti en el Centro Pompidou de Málaga
Fotografía: Lucía Rodríguez


Una mosca es también la imagen de la insignificancia: aplastado como una mosca. Un día Giacometti vio un grupo de ferroviarios intentando levantar un tramo de raíl. A pesar de sus esfuerzos, aquellos fortachones sólo lograron levantarlo un centímetro: "Había un contraste ridículo entre aquel esfuerzo extremo y el resultado insignificante. Ocurre casi lo mismo con mi trabajo, el resultado es demasiado insignificante con respecto a mis descomunales esfuerzos. ¿Vale realmente la pena proseguir con un trabajo tan absurdo?"

Una mosca no descansa nunca. Incluso cuando se posa en algún sitio, no deja de frotarse las patas. ¿Maníaco? En cualquier caso, aquella era la percepción que Giacometti tenía de sí mismo: "Estoy loco, me pregunto si no estoy enfermo o soy un maníaco. Si pinto esta calle Didot, al principio todo irá bien, pero luego será cada vez más difícil y no lo lograré". 

Una mosca da vueltas alrededor de todo lo que le atrae. Para la mosca-Giacometti, se trata de la nariz de Yanaihara [...] "¡Ah, la nariz de Yanaihara!  No pienso en otra cosa. ¡Qué vida!" Hace cinco años que Giacometti da vueltas alrededor de la misma nariz, desde el 2 de octubre de 1956, para ser exactos. Desde el principio, se centra en el triángulo que forman los ojos y la nariz: "Si logro pintar esa parte, el resto vendrá de inmediato".
Giacometti y Yanaihara "Trabajo como una mosca" de Sachiko Natsume-Dubé. Ed. Elba


Yanaihara posando para Giacometti


Yanaihara, obra de Giacometti

Con la manos cruzadas en el vientre se mantiene derecha; está sentada en la butaca, la misma butaca desvencijada en que normalmente se sientan sus modelos habituales: Diego, su hermano, y Annette, su mujer. Delante de él, en el asiento de rejilla, Caroline no hace el menor movimiento, no habla. "Yo creía que no había que molestarlo cuando trabajaba. Me quedaba lo más quieta posible". Él es quien habla. Tampoco es un monólogo, no, piensa en voz alta. "Se desesperaba: No me sale; es espantoso. Esto no tiene remedio. No lo conseguiré nunca". Cuando calla, su rostro parece hablar por él, sus rasgos, siempre tan vivos, lo dicen todo y expresan casi mejor que sus palabras su eterna insatisfacción. Algunas de sus muecas o algunos de sus rictus son gemidos. Nunca piensa que su trabajo esté acabado y jamás concluye una obra con alegría en el corazón.
La última modelo de Franck Maubert. Ed. Acantilado


Caroline le oye preguntarse: "¿Qué es crear? Hacer, hacer y rehacer. Eso es crear. Rehacer sin parar. En eso estoy".
La última modelo de Franck Maubert. Ed. Acantilado

"Es muy, muy importante evitar cualquier idea preconcebida, intentar ver sólo lo que existe. Cézanne descubrió que es imposible copiar la naturaleza. No se puede hacer. Pero hay que intentarlo igualmente, intentar traducir las sensaciones, como Cézanne."
Retrato de Giacometti de James Lord. Ed. Antonio Machado Libros


Hablamos de Velázquez y Alberto dijo que prefería Las hilanderas a Las meninas. Nunca había estado en España, pero había visto los cuadros del Prado en una exposición que tuvo lugar en Génova, justo antes de la guerra.  
"Creo que Balthus miró a Velázquez largo y tendido", señalé.
"En sus cuadros no lo parece", dijo Alberto. "Me gusta Balthus y su obra, pero no veo ninguna relación con Velázquez."  
"En algunos de sus cuadros hay una intensa sensación de espacio", dije, "como Las meninas, que produce la impresión espacial de estar encerrado en esa habitación."  
"Lo que me gusta de Balthus es su toque inocente", observó Alberto.  
"Nunca diría que es inocente. Siempre he pensado lo contrario, que es muy sofisticado."  
"Es lo mismo", constató Alberto con vehemencia.  
Comenzó trabajar de nuevo en el cuadro y habló durante un rato sobre Cézanne. "Fue el mejor pintor del siglo XIX. Uno de los mejores de todos los tiempos."
 Retrato de Giacometti de James Lord. Ed. Antonio Machado Libros


James Lord, obra de Giacometti


"¿Y los retratos de Picasso?" dije, "todos esos dibujos, ya sabes, Apollinaire, Max Jacobs, Stravinshy."  
"Los odio", dijo Alberto. "Son vulgares." 
"¿Pero si tuvieras que decir qué período de Picasso te gusta más, cuál sería?" 
"Ninguno."  
"¿Y los retratos de Dora Maar?" 
"Eso son caricaturas de Van Gogh", dijo Alberto. 
"Pues se ha hecho retratos después de Ingres", insistí. "Cézanne pintó algunos de los mejores, de Gustave Geffroy y Joachin Gasquet, por ejemplo.
"Pero nunca los acabó", señaló. "Después de que Vollard hubiera posado unas cien veces, lo más que pudo decir Cézanne es que la pechera de su camisa no estaba del todo mal. Y tenía razón. Es la mejor parte del cuadro. Realmente, Cézanne nunca terminó nada. Iba tan lejos como podía y después abandonaba el trabajo. Eso es lo terrible: cuánto más se trabaja un cuadro, más imposible resulta acabarlo."
  Retrato de Giacometti de James Lord. Ed. Antonio Machado Libros


Aquel día, después de trabajar un rato, dijo: "Tengo que cuadrarlo todo. Todo es una esfera, un cono o un cilindro, es cierto. Qué pena que no haya sido yo el primero en decirlo. Cézanne tenía razón. Pero los cubistas eran tan estúpidos como para tomárselo al pie de la letra. En mi opinión el cubismo fue una empresa totalmente estúpida."  
"Aún así, los cubistas hicieron algunas cosas bonitas", dije.  
"Sí" afirmó. "Bonito" es la palabra. En cualquier caso pronto se dieron cuenta de que era un callejón sin salida y abandonaron. En mi opinión, los verdaderos culpables fueron Picasso y Braque, no los cubistas menores que los siguieron. Después Picasso siguió pintando como Ingres."  
"Sus obras ingrescas no parecen muy buenas al lado de las originales", observé.  
"No", dijo Alberto. "Y después, se puso a hacer Van Goghs." 
"Lo ha hecho todo", dije. "Recuerdo una historia que me contó Dora Maar una vez. Según ella, Picasso le habia dicho: "Como soy incapaz de llegar a lo más alto de la escala de valores, me cargo la escala". 
"Alberto resopló. "Eso no quiere decir nada. Es como todas las frases de Picasso. A primera vista parecen llenas de sentido, pero en realidad están vacías."
Retrato de Giacometti de James Lord. Ed. Antonio Machado Libros


 Cada texto se devora de una tacada, en apenas un par de horas, y ha sido muy interesante leer los tres libros seguidos y descubrir como se enlazan en ellos los nombres de los tres modelos, que cobran tanto protagonismo como el propio Giacometti. Son como pequeños cofres que encierran un gran tesoro para cualquiera que sea curioso. Con ellos nos colamos en su taller para observar los rápidos movimientos de sus pinceles; lo escuchamos quejarse, gritar y lamentarse; lo acompañamos al café al que iba todos los días; y conocemos a esos modelos que establecieron una conexión tan especial con el artista.


"Hace unas pocas de semanas, encontré en un catálogo una serie de fotografías de ella y de Alberto tomadas en la época en que Caroline empezaba a "vivir su vida". [...] La escena de uno de esos negativos podría situarse en Chez Adrien, un bar de la rue Bréa que solían frecuentar. [...] Caroline está a la mesa con Alberto delante de una Coca-Cola y una botella de agua de Seltz. Su aspecto es el de una chica moderna, como se diría a finales de los cincuenta. Su cara trasluce ya una gran melancolía, incluso cuando sonríe. Lo que no le impide estar alegre y serena, algo que ella se ocupa de poner de manifiesto, pese a todo. En una de las fotografías en blanco y negro lleva un conjunto claro y un collar de piedras oscuras. Un moño alto le deja el cuello a la vista y le da un aspecto muy femenino. [...] Están el uno junto al otro. Alberto tiene la espalda curvada, su eterno aire de perro apaleado, la cara fruncida por las noches sin sueño. Tengo la impresión de estar oyéndolos. Hablan en voz baja, susurran, intercambian palabras tiernas. No sé si Alberto reía alguna vez; ¡tiene un aspecto tan triste!"
La última modelo de Franck Maubert. Ed. Acantilado


Alberto Giacometti con Caroline en el Chez Adrien



 Podéis conseguir todos estos libros en Librería Proteo y Prometeo, pinchando sobre el siguiente enlace:

https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/id/273734/titulo/retrato-de-giacometti.html

https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/id/1725508/titulo/la-ultima-modelo.html

https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/id/1088905/titulo/giacometti-y-yanaihara-trabajando-como-una-mosca.html




1 comentario:

  1. Acabo de darme cuenta de que no añadí el nombre de los traductores. La traducción de La última modelo es de Juan Díaz de Atauri, la de Retrato de Giacometti de Amaya Bozal, y la de Giacometti y Yanaihara de Milena Busquets.

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