martes, 23 de abril de 2013

LOS OJOS DEL CORDERO


Homenaje a Paul Bowles. Obra de Lucía Rodríguez Vicario, óleo sobre lienzo 60x41 cm. 2005



El otro día os hablaba de portadas y olvidé citar la mía, pues Homenaje a Paul Bowles fue la obra escogida por la editorial Alfama, en 2008, para ilustrar Los ojos del cordero, una novela corta de Pedro que aún se puede conseguir en las librerías (cinco años después, sigue entre los libros más vendidos en la Librería del Mundo Árabe (sección narrativa Magreb)). Lo malo del tema es que la editorial Alfama quebró, con lo que Pedro no ha cobrado nada por los derechos del libro.
 Dado que el protagonista de la novela es un pintor y que estamos en el Día del Libro (debería de ser siempre), he pensado que no estaría mal promocionar aquí su trabajo. Así que aquí os dejo la portada y el texto de la contraportada y de la solapa.






 Esta narración tiene todos los componentes de los grandes libros: nos habla del destino de un país y de una región a través de una historia conmovedora. Mientras el pintor francés Bernard Dassin cobija en su casa a una frustrada terrorista suicida, hermana del joven que le sirve como modelo, será cuando se aperciba de que Marrakech ya no se parece a la ciudad que lo acogió hace tantos años. El radicalismo se ha apoderado de los espacios míticos de otro tiempo, ya no hay lugar para las vidas románticas bañadas en alcohol ni para las interminables noches de cielo estrellado. A lo largo de varios días de sudor y angustia, de baños árabes y paseos por la medina, Judith, una amiga de Dassin; Alain, un joven becario que investiga para escribir una tesis sobre el pintor; y Michel Estardy, el marchante alarmado por la baja producción de su representado, tratarán de desentrañar una realidad cada vez más hostil. La historia nos habla pues, de un futuro lleno de incertidumbres.
 En esta novela aparecen los temas recurrentes del autor: la amistad, el amor, la fatalidad del destino con el que a veces parece aliarse el azar, así como lo iniciático del viaje y la presencia de la Montaña. Es la fragilidad del ser humano en un territorio que no es el suyo.



Pedro Delgado Fernández. Fotografía de Sergio Camacho Torres



 Tras el éxito de Al sur del Sahara (Ed. Caligrama, 2000), cuaderno de viaje recomendado por la prestigiosa Lonely Planet, el malagueño Pedro Delgado Fernández (1966) colgó las zapatillas de atletismo para dedicarse a viajar y a escribir. Frutos de ese deambular por el mundo fueron Carta desde el Toubkal (Finalista del Premio Desnivel 2005) y Neguinha la garimpeira (Barrabes Editorial, 2007).
 Ambientada en el vecino Marruecos, nos llega ahora su nueva novela: Los ojos del cordero (Alfama, 2008).


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 "Primero sintió cómo le temblaban las piernas, después un estallido inmenso y atronador al que siguieron los gritos y los llantos, y una espesa columna de humo que se elevó sobre el lugar. A Fátima, la onda expansiva la tiró a un suelo lleno de esquirlas, de cristales rotos y de bolsas de McDonald's. Aturdida, se llevó las manos a la cintura para comprobar con sorpresa lo que ya sabía: que la bomba no había detonado y que su cuerpo no había estallado por los aires".


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 "El riad del señor Dassin estaba en la misma medina, cerca del museo de arte marroquí Dar Si Said. Como el museo, la casa también estaba repleta de objetos antiguos y de anaqueles llenos de libros. El estudio de pintura, donde el francés pasaba la mayor parte del día, estaba en la parte de atrás; en él se amontonaban los lienzos, y los botes y las cajas con brochas, pinceles y pinturas. Mohamed a veces posaba para él, aunque el artista le decía que no era un buen modelo, que se movía demasiado. Después de pintar, al señor Dassin le gustaba quemar incienso en las estancias para enmascarar el olor a trementina y a óleo que lo impregnaba todo. Bernard Dassin, que debía tener unos setenta años, era un parisino de gestos amables, pausados y elegantes, un enamorado de Marruecos. Tiempo atrás había decidido echar raíces en el corazón de Marrakech y su riad era un auténtico consulado francés en el que por las tardes y en fechas señaladas aparecían sus amigos franceses: se oía la chanson, se tomaba pastis y se hablaba de lo poco que le quedaba a Sarkozy para retirarse. Además de los habituales, por aquellas tertulias pasaban también otros extranjeros: escritores, pintores, fotógrafos, periodistas o estudiosos de la obra de Bernard Dassin".


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 "-Vivimos tiempos de penumbra y caos -declaró Didier-, pero no sólo en la religión y en la política, también en el arte. Pero bueno... Bebamos, fumemos y follemos con fruición -añadió levantando la copa con una sonrisa forzada.
 Los cuatro brindaron.
 -Ya que la vida es corta, apurémosla -dijo Michel antes de vaciar su copa-. Luego pusieron música árabe, y Alain y Didier bailaron contoneando sus cuerpos como si fuesen bailarinas. En el fondo, todos eran unos hedonistas para los que la única redención posible estaba en el arte".

4 comentarios:

  1. ¡Felicidades Lucía!,¡Un cuadro realmente magnífico, tanto a nivel técnico como conceptual!

    Y la novela suena apasionante... imposible escapar al embrujo del deseo de leerla...
    Y ya puedo adivinar, sin temor a equivocarme, que será inevitable terminar leyendo después al resto de sus otras hermanas. Pues... ¿cómo escapar de la miel de esta tentación?.

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  2. Chulisimo. Me ha encantado, conceptualismo moderno y actual. Con lineas perfectas y colores casi como de una foto se tratara. Toque de las maravillas a las que nos tienes acostumbrados. Feliz dia del libro belleza.

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    1. Qué bueno que te guste. Me ha hecho gracia lo del "Toque de las maravillas". Jaja. Me estáis mal acostumbrando con tantos halagos.

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