sábado, 3 de mayo de 2014

LA CARRERA DEL HAMBRE


Subsahariano subido a una farola en la verja de Melilla (Foto: EFE)

A pesar de lo reiterativo de las imágenes en la pantalla del televisor, no puedo o no quiero acostumbrarme a ellas. Huyen de la miseria, del hambre o de las guerras, y se aferran a una valla de seis metros de altura. Algunos, incluso heridos por las cuchillas de las concertinas, se encaraman a lo alto de una farola para no ser cogidos por la policía y devueltos a Marruecos. Viéndolos allí, con sus abrigos, se me asemejan a las esculturas de Juan Muñoz, solo que estas sonríen y ellos no tienen ningún motivo para hacerlo.




Grupo escultórico obra de Juan Muñoz

 Saltar para correr hasta un centro de acogida ya saturado, en los últimos metros de una carrera de ultrafondo que comenzó a miles de kilómetros de distancia, una carrera de obstáculos con nombres de mafias, desiertos y abusos que puede terminar en esa doble valla de acero cruzada de cuchillas.




 Como se pregunta Juan Goytisolo en su artículo La fuerza del hambre de El País de hoy: ¿Puede una persona ser ilegal por nacer donde ha nacido? Como él bien dice, esos inmigrantes subsaharianos "al acecho del gran salto en los bosques vecinos de la verja o aupados en ella encarnan el derecho elemental a la vida, el pan y la libertad". Ojalá logren alcanzar la meta, sonreír finalmente como esas estatuas de Juan Muñoz.


Escultura de Juan Muñoz (Foto: EFE)

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